Texto: Salmos 119: 97 “¡Oh,
cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”
Meditemos en
lo siguiente…
Cuando un joven
está enamorado es normal que en cada instante en que no está en una ocupación
sus primeros pensamientos son sobre su enamorada, cuando termina su faena una
de las primeras cosas que hace es comunicarse por su amada e incluso cuando
pasa por una tienda lo primero que piensa es en llevarle un regalo a esa
persona tan especial para él.
El problema: no amamos a Dios y a
su palabra como para meditar siempre en ella.
Necesidad sentida: Es necesario
que busquemos la forma de apegarnos más a la palabra de Dios y así ir
encendiendo ese amor por ella y por Dios.
Revisemos el contexto en el que se enmarca este versículo, este verso se
enmarca entre una serie de versos donde se habla de los beneficios de meditar y
conocer la palabra de Dios, de cómo esta trae luz a la vida del que busca de
Dios a través del conocimiento de su palabra.
Pregunta homilética: ¿cuáles son
las razones para meditar en la palabra de Dios?
1. El
que ama busca conocer lo que le agrada a su amado.
“¡Oh, cuánto amo
yo tu ley!”
Volviendo al
ejemplo del inicio cuando se ama a una persona se busca analizar sus gustos, lo
que le emociona, lo que le hace estallar de felicidad.
De igual manera
cuando decimos amar a Dios es necesario conocer lo que a Dios le agrada y todo
lo que a él le agrada está escrito en su palabra. No es necesario inventarnos
cosas, no es necesario pensar largas horas en que le gustaría a Dios y que no,
sino basta con dedicar tiempo a leer la palabra y así poder conocer de su
propia palabra revelada lo que él desea no solo para nosotros sino para toda la
humanidad.
2. El
que ama constantemente piensa en su amado y procura hacerle sentir bien
“Todo el día es
ella mi meditación”
Siguiendo con el
ejemplo inicial cuando se está enamorado se viene a la memoria a cada instante
esa persona, basta solo con un momento en que no se esté haciendo algo que
requiera toda la atención o simplemente un momento en que se culminen las labores
para de inmediato volver a pensar en esa persona y no pasará mucho tiempo hasta
que se estén buscando opciones o ideas para ganar una emoción o una sonrisa de
parte de esa persona.
Con el Señor
también debemos llegar a ese punto, llegar a no solo decir que le amamos, a no
solo decir que somos fieles por estar en los cultos o por hacer x o y
actividad, sino que debe ser nuestro constante pensamiento el Señor, debe ser
nuestro constante pensamiento el buscar emocionarle u obtener una sonrisa de
parte de él, quizás esté pensando y como haré esto sino puedo verle, pero sepa
que cada vez que usted cumple la voluntad de Dios en lugar de la suya propia
está haciendo feliz al Señor, está haciendo que se goce con usted su hijo.
3. Nuestro
compromiso
La voluntad de
Dios es que sea constante nuestra meditación en su Palabra, su voluntad es que
cada vez que recibamos una palabra no sea solo escuchada y al poco tiempo
olvidada, sino que Él está esperando que al recibir o leer la Palabra estemos
revisando de manera profunda el mensaje en ella incluido a fin de que podamos
obtener todo el conocimiento y debida aplicación de la misma
Usted y yo tenemos el compromiso con Dios
de esforzarnos en cada día conocer más la voluntad de Dios contenida en su
palabra y ponerla por obra en nuestras vidas ¿te comprometes a dar un esfuerzo
adicional?